martes, 26 de junio de 2007

Reflexiones

¿Ya había mencionado que estoy decepcionada de la selección?. Hace un tiempo leí el libro "Cultura Gerencial" de Eva Kras, que expone las relaciones entre mexicanos y estadounidences trabajando juntos, de ahí que atribuyo la derrota de méxico a la mentalidad del mexicano, de ese libro puedo hacer la siguiente reflexión. (no tiene mucho que ver, pero lo recordé y quise postearlo)

“El éxito y, en último término, la supervivencia de cualquier empresa, grande o pequeña, depende de su aptitud para perfeccionar a los hombres.” Malcom P. McNair

Quisiera empezar con esta última frase “perfeccionar a los hombres”, yo soy de la idea de que para hacer algo bien, objetivo o rayando en la perfección (porque no hay nada perfecto, sólo Dios), se necesitan varias visiones de la realidad, se necesita ser ecléctico, tomar lo mejor de cada cosa y no ser como caballo de calesa que sólo ve de frente porque tiene un aparato en la cabeza que le impide ver a los lados y por tanto sólo puede ver de frente, creyendo que el panorama que ve, es el único que existe. Aquí, lo que le impide al caballo ver a los lados sería analógicamente para nosotros aquello a lo que llamamos “cultura”. Cuando logramos entender que existen maneras diferentes de hacer las cosas, diferentes de las que estamos acostumbrados y que nosotros consideramos como normal, se nos abren infinidad de opciones para realizarlas cada vez mejor.

Al leer el libro Cultura Gerencial México - Estados Unidos de Eva Kras, no pude menos que evocar aquellas teorías y enfoques administrativos, más específicamente recordé a Taylor con su enfoque científico y a Mayo con su enfoque humanista. Recuerdo que una de las críticas hacia el enfoque de Taylor era que semejaba al obrero de las fábricas como un robot, justamente como es percibido el trabajo del Sr. Smith por el Sr. Luís González. Por otro lado Mayo prestaba énfasis en las relaciones humanas, así como igualmente hace el Sr. González. En el ámbito administrativo aplicar unos de estos dos enfoques por sí solo, difícilmente da resultado. Por consiguiente, para poder tener éxito en el área empresarial (al menos en México), es necesario hacer una combinación de ambos criterios, el mexicano y el estadounidense. Ambos modos deben adaptarse y apoyarse, como decía al principio, tomar lo mejor de cada uno.

Algo que esperaba encontrar en el libro y que desgraciadamente no encontré, fue consejos para ejecutivos mexicanos que van a trabajar a Estados Unidos, el libro se orienta únicamente a ejecutivos de Estados Unidos que vienen a trabajar a México, esto tal vez sea porque es mucho más común que se de este segundo caso a que se de el primero. Pecando de nacionalista esto me da un poco de tristeza, me hace pensar que nuestros ejecutivos no tienen lo necesario para ir a resolver problemas en Estados Unidos pero los de allá si lo tienen para venir acá. De cualquier manera debo reconocer que por alguna razón Estados Unidos ha logrado tener un desarrollo muy por encima del de nosotros. El problema es que (como plantea Eva Kras) los estadounidenses piensan que sus métodos funcionan en todos lados, cuando en realidad ni siquiera dentro de una misma empresa métodos probados que han funcionado en el pasado pueden garantizar resultados en situaciones futuras, mucho menos cuando estos se aplican de país a país. En Yucatán se dio un caso en cierta población del Estado, unos empresarios japoneses llegaron a comercializar Hipiles y contrataron mano de obra yucateca. Es de conocimiento de todos, los métodos de relajación de los japoneses, como lo es la música, los inciensos y sándalos, el Feng Shui, etc. El punto es que aquellos empresarios acondicionaron el lugar de trabajo de las señoras que iban a elaborar los hipiles, con música y olores relajantes dando como resultado un desastroso fracaso. Las señoras nunca lograron concentrarse y su nivel de productividad fue bastante bajo. Esto resulta obvio debido a que el ambiente de trabajo para estas señoras, a lo que ellas están acostumbradas tradicional y culturalmente, es el sonido de música popular, el olor de la comida a medio cocinar, el ruido de los niños jugando, etc. El sacarlas de ese escenario no produjo ningún resultado favorable.

“Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra presión.” José Ortega y Gasset

Para nosotros como mexicanos es difícil que alguien más venga a “meter la mano” en nuestras cosas. En las empresas se tienen sentimientos encontrados, por una parte los empleados se rehúsan a ser dirigidos por alguien extranjero a quien no se conoce ni nos conoce y por otro lado se esta a la expectativa de que con la llegada de esta persona la situación podría mejorar para toda la empresa.

Para mi no hay mejor manera de acabar con las tensiones que produce el encuentro entre ejecutivos mexicanos y estadounidenses que la comunicación. Si nos encerramos en lo que pensamos y en suposiciones de lo que podría ser, no avanzamos. Para poder hacer esto se necesita de la disposición de las dos partes, de ser cómo los caballos que no tienen ese aparatito en la cabeza que les impide ver a los lados para poder darnos cuenta de que existen más caminos de los que conocemos. Una vez escuché que se debe “hablar con el lenguaje del que escucha, pero decir lo que pensamos”. Una cosa es tratar de no crear distensiones ni conflictos y conservar la armonía y otra muy distinta es tragarnos todo lo que nos molesta y no decirlo nunca para no molestar al otro, esto a la larga resulta mucho peor porque crea rencores y resentimientos en el individuo. Creo que hay que encontrar un equilibrio, decir las cosas, pero saberlas decir, con tacto y prudencia.

Dos de las cosas que más me llamaron la atención es la cuestión de la importancia que los estadounidenses le dan al dinero y la visión hacia el trabajo, el libro nos menciona que mientras para el mexicano el dinero es un medio para disfrutar la vida con la familia, para el estadounidense el dinero es un fin en sí mismo, igual menciona que el mexicano trabaja para vivir y el estadounidense vive para trabajar. Sólo con estas dos diferencias, se puede construir un mundo diferente alrededor de mexicanos y estadounidenses. La finalidad de cada uno es totalmente diferente.

Me atrevo a decir que la mayor diferencia entre ejecutivos mexicanos y estadounidenses es la familia y las relaciones interpersonales, porque mientras para uno estas forman parte de todos los aspectos de su vida inclusive el trabajo, para el otro son punto y a parte. Digo esto porque es la diferencia menos adaptable. En las otras diferencias podemos llegar a encontrar un término medio en el que se pueden conciliar intereses, pero la familia es tan sagrada para el mexicano que el ejecutivo que venga de Estados Unidos a trabajar a México tendrá que estar preparado para respetar esta característica mexicana.

De cualquier manera, por más preparadas que se encuentren ambas culturas para relacionarse laboral y comercialmente habrá siempre al principio un periodo de inestabilidad. Incluso cuando se cambia el director de una empresa y se nombra a otro (aunque este sea del mismo país), existen problemas de ajustes dentro de ella. Es como cuando hay agua en una cubeta asentada en el piso, el agua está tranquila por que no hay nada que la altere, pero ¿qué pasa si metemos la mano dentro de la cubeta? Naturalmente el agua se enturbia y tarda algunos segundos en volver a su estado de reposo. Todo cambio siempre trae consigo una etapa de inestabilidad, pero al fin y al cabo las condiciones terminaran ajustándose a él, para bien o para mal.

La conclusión a la que llega el libro, o al menos así lo interpreté yo, es que para que una empresa, en donde intervienen personas con diferentes culturas y cosmovisiones, pueda trabajar al máximo y pueda obtener los máximos beneficios, es necesario adoptar y adaptar los diferentes puntos de vista de cada quién, sin renunciar a nuestras tradiciones. Se necesita una transformación. En resumen:

“No hay nacimiento ni muerte; no hay sino transformación bajo la ley del progreso.” Leibnitz

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